Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Tras tanto defender la teoría del cuanto menos lleves, mas disfrutarás de la cámara, voy a tener ocasión de comprobarlo en primera persona porque de ahora en adelante este es todo mi equipo fotográfico: una Nikon D40, un objetivo Nikon 18-105 y un objetivo Nikon 55-200. El resto (la cámara Canon, cuatro objetivos y un flash) se lo he cedido a una amiga que quiere vivir de la fotografía pero sus fondos sólo le llegaban para comprar la mitad del material necesario. Ahora ya tiene todo lo que necesitaba y muchos ánimos para lo que va a intentar. ¿Y yo? Pues nada, como siempre, sobrado de equipamiento para mis fotos domingueras y pensando en dejar el 55-200 en casa por no cargar con él. Los hay que nunca cambiaremos.

Hay días bonitos, hay días feos, y hoy tocó uno feo: el entierro del padre de una conocida. Cada vez que toca ir de entierro me sorprende cómo el ritual mortuorio en Galicia parece mas pensado para machacar a la familia que otra cosa. Primero una larguísima estancia en el tanatorio donde cada poco tiempo te ves con una persona que o te transmite su cariño, o una frase hecha, o viene porque reparten las galletas o porque tu madre fue al entierro de su cuñada. Presentados sus respetos, es como si desaparecieses y se ponen entre ellos de cháchara comentando el último partido de fútbol o las andanzas por sabe dios dónde. Sobre la costumbre de tener al difunto en exposición o los comentarios sobre su aspecto mejor ya ni hablamos. Luego viene el paseo en procesión hasta el cementerio, donde se da lo que es a mi entender el peor momento del entierro: meter el ataúd en el nicho mientras la familia permanece plantada delante de aquel agujero que una persona tapona con una losa a la que le va echando cemento. Es recordar ese ruido de la paleta removiendo cemento y me da dentera. Solo por evitarle este momento a mi familia estoy totalmente a favor de la incineración. Unas cenizas que esparcir por cualquier bosque y tan contentos.

En mi vida sólo he asistido a un entierro distinto. Un amigo ya fallecido dejó indicado que no quería misas, no quería funerales, no quería lágrimas y sí una fiesta un mes después. Dicho y hecho, no hubo misa, no hubo funeral, hubo lágrimas (no todo iba a ser perfecto), un mes después nos reunimos delante de una buena mesa con mucha comida y mucha bebida para honrar su memoria. Hubo momentos alegres, hubo momentos tristes, hubo momentos emotivos, pero con diferencia fue el mejor entierro de mi vida.

Señores, hemos fracasado en el segundo intento de lanzar una botella al mar. Y lo digo con la cabeza bien alta, con el orgullo del quien es sabedor que la derrota es la medalla que distingue al vencido del cobarde. No mandé yo mi botella a luchar contra los elementos y los elementos me vencieron como a un Real Madrid cualquiera pero sin los millones de esos que palman 2-6 y se quedan tan anchos.
Para empezar pintaba mal el asunto. Llegado a la playa de Portugal desde donde iba a producirse el magno acontecimiento, lo primero que observo es un imitador de mi mismo. Observador como soy, pude ver que el tirabotellas había de lanzarse nuevamente al agua para alejar la botella y la susodicha trazaba un rumbo peligrosamente paralelo a la costa, muy distante tal actitud de la gallardía y valor con que mi primera botella decidió irse a ver mundo alejándose rauda y veloz de la orilla.
A mi me empezó a dar mala espina la cosa. En ausencia de un «Splash Test Dummy» como la vez anterior, tiré un palo al agua para comprobar su evolución. Aunque no me acabó de convencer, no era momento para cobardías y tiré la botella al agua alejándola unos ocho o diez metros de la orilla, en ese punto donde la fuerza del Miño por la derecha y la ayuda de la bajamar deberían ser suficientes para llevársela hasta el Atlántico. Aquí la tenéis, en el centro, justo recién iniciado su viaje.

Dios y ayuda le costó empezar a moverse, como si estuviera atrapada en una zona de remolinos. Finalmente se fue yendo hacia el centro del río.

Centradita y con velocidad se alejaba de nosotros, en estos momentos dábamos por supuesto el éxito de la misión a pesar de las reticencias iniciales. Casi invisible en la distancia, si pincháis en la foto podréis distinguirla abajo a la derecha.

En lugar de abandonar el lugar y dirigirnos a nuestro próximo destino optamos por prolongar la estancia y el seguimiento en una decisión que posteriormente se reveló como un acierto pleno, porque de pronto apareció el componente que nadie esperaba: un viento norte que se trajo la botella a la orilla a tal velocidad que en nada prácticamente la teníamos así, pegadita a la costa, a merced de las olas y preparándonos para lo peor.

Y lo que tenía que pasar, pasó. Pudimos contra la corriente pero no contra el viento norte. El mar depositó la botella suavemente sobre la orilla para concedernos una segunda oportunidad, algo que obviamos dado que el resultado hubiera sido el mismo.

La recogimos y en casa está nuevamente a la espera de otra bajamar que seguramente no pueda ser hasta dentro de un par de fines de semana. De momento un éxito y un fracaso, en breve el desempate.

Hoy domingo 3 de mayo a las 12:50 llego a una playa de Caminha (Portugal) desde donde estaba previsto el lanzamiento de la segunda botella y ¿qué me encuentro? Un bañista tirando al mar una botella de cristal con un papel dentro, como la susodicha no se alejaba, se echó el bañista al agua para tirarla mas lejos aún. ¿Os lo podéis creer? No se puede ser original porque enseguida empiezan a aparecer imitadores.

Casi, casi recuperado del esguince, sin venda pero con dolorcillo cuando fuerzo el pie derecho, vuelvo a las andadas (nunca mejor dicho) y en breve espero poder enviar mi segunda botella a viajar por el mundo adelante, esta vez con lacito rosa incluido. De la primera van tres semanas y sin noticias. ¿Se la habrá tragado la ballena como a Jonás? ¿Se habrá hundido? ¿Serán biodegradables las botellas de la casera y se habrán desintegrado botella y mensaje en medio del Atlántico? Quien sabe. Seguimos a la espera de cualquier novedad.

Me encanta la capacidad que poseemos con la fotografía para mostrar un sentimiento a través de una imagen. Puedes representar cualquiera de ellos: amor, horror, miedo, etc. No tiene porqué ser algo entrañable, no tiene que ser excesivamente elaborado, cualquier cosa puede mostrar un sentimiento. Incluso un huevo. ¿Qué le habrá pasado? ¿Tendrá miedo a las alturas? ¿Se habrá caído su compañero?

Algo que me ha sorprendido del último viaje a la zona del mediterráneo ha sido la aparición como setas de huertas solares de tamaño respetable, sobre todo por la zona de Castilla y pasando Madrid. Dos años llevaba sin cruzar España de una punta a la otra y el año pasado encontré los campos castellanos cambiadísimos, laderas enteras se habían llenado de paneles solares. Allá donde alcanza la vista, paneles y mas paneles apiñados como véis en la foto. ¿Es bueno? ¿Es malo? Parece que bueno, se le da otro valor a unos campos que estaban dedicados al cultivo con energías que no contaminan. Si además algo del dinero revirtiera en estas zonas, algunas no muy boyantes, ya sería la leche.

Una de las cosas mas bonitas de vivir en una zona rural, muy rural, es que levantas la vista y sólo tienes por encima el cielo azul. O casi.

Digo yo si no habrá alguna manera de organizarse para compartir las diversas alturas de un solo poste, porque vamos, estéticamente sólo verlo ya da repelús.

Por cuestiones de fuerza mayor, ha sido suspendido el envío de la segunda botella previsto para este fin de semana.

Ejercer de cabra a veces tiene estos inconvenientes, pero no me arrepiento sino que veo la parte positiva: podía haber sido en la cabeza y en cambio sólo fue en el pie, que tengo otro. Aquí el que no se consuela es porque no quiere.

Mis primeros pasos en la fotografía digital fueron allá por el 2003 con una compacta Kodak. Los primeros pasos en la fotografía digital con una cámara decente, en 2005. Para adquirir información participé asiduamente en varios foros donde se compartía la información, la gente hablaba sobre el material que iba comprando y mostraba sus fotos a la espera de opiniones ajenas. Quizá estuvo bien para el principio, pero pasados un par de años fui notando cada vez mas la necesidad de separarme de ese mundo y buscar otros caminos. La sensación de que era algo cíclico, que las opiniones sobre las fotos iban siempre por el mismo camino y acababas sacando lo que le gustaría a los demás en vez de las que tú quisieras, y la sobreabundancia de ese peloteo-compadreo tan nuestro me llevaron a separarme de los foros. Esto ha sido siempre el sino de mi vida, hay quien prefiere el calorcito del grupo, hay quien prefiere despegar y buscar su propio camino. ¿Porqué somos unos así y otros de otra forma? Quien sabe.