Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Ya puse un par de entradas sobre Cudillero pero me quedó atrás una panorámica así que ahí va de relleno para que podáis comprobar de primera mano cómo es el entorno, el faro, el espigón y el pueblo instalado en las laderas que bajan hacia el mar. Como veréis, la parte mas conocida es una verdadera mingurria y aún así tiene el pueblo la fama que tiene, siendo lugar de visita obligada cuando se pasa cerca, todo ello por méritos propios, sin necesidad de haber nombrado madrina del pueblo a Belén Esteban para darse autobombo.

En su día ya hubo anticipo de Cudillero, con la foto que saca absolutamente todo el mundo y que viene siendo algo tal que así, escogiendo entre plano un poco mas cerrado como éste o un poco más abierto para que entren las casitas de arriba según el gusto del usuario del dedo que aprieta el obturador de la cámara.

Si os fijáis a la izquierda está lleno de sombrillas. Toda esa zona son restaurantes. No muy baratos, pero sí muy típicos así en verano llenan una y otra vez. Lo que sí es cierto es que se lo tienen bien montado porque la placita, la tranquilidad, ese mar cercano, todo invita al «ya que estamos aquí aprovechamos para cenar».

Al ver la de gente que había me dio un ataque de los míos, esos que cada día tengo mas abandonados y que me llevaban a ir a los mismo sitios que todo el mundo pero volver con fotos distintas a las del resto del personal. ¿Acaso no es eso una escalera? ¿Acaso no tengo una una filia desmedida por las subidas? Pues allá vamos.

Subí primero por unas que se hallan justo enfrente de la plaza de los restaurantes, desde donde puedes pasear entre un montón de casas antiguas colocadas en la ladera del monte y retratar los restaurantes desde lo alto:

A continuación subimos por otras escaleras en la calle «Salsipuedes» (palabrita que es verídico) que llevan a un mirador donde las vistas compensan de sobra lo empinado de la subida.

Desde el mirador partía una senda que si os fijáis, continua justo enfrente y va a dar a un cilindro de cemento desde el que las vistas deben ser aún mejores, pero tras todo el día pateando Avilés los pies dijeron que ni hablar así que con las ganas nos quedamos.

Por último, no sólo hay puerto en Cudillero. En la carretera de entrada al pueblo está el impresionante Palacio de Selgas con unos jardines de película y un interior que promete aún más, aunque al estar cerrado por obras de rehabilitación de momento nos quedamos con las ganas de visitarlo.

Continuamos recorrido por Luarca, un pueblo que seguramente muchos ya conocéis y del que destacaría tres cosas. Lo primero, el puerto. Fijaros qué bonito, qué colorido, qué abrigaditos los barcos y qué bien colocados. Todo el paseo marítimo está lleno de chiringuitos donde comer o beber. Ese edificio grandote amarillo del puerto (al fondo a la derecha) tiene una terracita donde bajó una botella de sidra que nos supo a gloria. A su izquierda hay un edificio azulado donde está el museo del calamar gigante y en el ático el restaurante «Miramar», que merece un capítulo aparte.

No sabíamos dónde comer así que mientras recorríamos el paseo marítimo íbamos viendo el aspecto de unos y otros. Al llegar al final nos encontramos con el Miramar, en un ático, terraza al aire libre en día de muy buena temperatura, fijaros qué vistas mas impresionantes de la salida del puerto y de la zona de playas, pinchar en la foto y la podréis ver bastante mas grande. Ya no hubo duda, a comer aquí se ha dicho. Jamón de primero, arroz con bogavante de segundo, postre y café. De esos papeos que te quedan grabados en la memoria por el lugar, por lo atento de los camareros sin ser pegajosos y por la calidad de la comida.

Otro de los puntos básicos de Luarca, aunque parezca de broma, es el cementerio por su situación en lo alto de un monte con vistas a la bahía. Es bonito, mucha tumba en el suelo, mucho panteón como este redondo y ya digo, vistas de fábula.

Justo al lado está la iglesia, también en lo alto, y al fondo el faro. Se aprecia que el día era ideal para hacer turismo.

Todo el mundo que haya ido a Luarca habrá visto todos los lugares que he mostrado anteriormente. Lo que no sé si habrán visto es esto, justo en la otra entrada del pueblo. El barco de Chanquete decorado con muñecos «Mazinger-Z style» hechos de tubos metálicos. Impactante, ¿verdad?

Pues menos mal que ya no lo usan para ir de pesca, porque siendo sardina veo llegar esto y me escapo lo mas lejos posible.

Todas o casi las veces que me doy una vuelta por el norte de Galicia intento pegar un saltito hasta Asturias y parar en Tapia de Casariego, a ser posible a la hora de comer porque conozco un par de sitios que están de miedo y ya es una tradición lo de las fabes con almejas acompañadas de una botella de sidra. Para sentarse a tomar algo o ir de copas hay unos cuantos chiringuitos al lado del puerto pesquero con sus terracitas correspondientes.

Pero no todo es papeo y bebercio en Tapia. Ir con la cámara es disfrutar un rato largo, sobre todo de las vistas del puerto desde lo alto.

Tanto por un lado, hacia el pueblo, como por el otro hacia el mar, con las rocas, la bocana y el faro. Ya es raro unos días como los que tuvimos cuando pasé por la zona. Sol, calor, cielos azules, colorido, de todas las veces que pasé por el norte de Galicia nunca recuerdo una sucesión de días así de buenos para el turismo y de magníficos para la fotografía.

¿Faro? ¿Alguien ha dicho faro? Allá me voy a retratarlo de cerca aprovechando el paseo que empieza en los chiringuitos de la primera foto, cruza un puente, continúa por el puerto, pasa delante del faro y acaba en la punta del espigón.

Este año se han sacado un invento de la manga, la piscina de agua salada. Un cierre en las rocas al mas puro madeira-style para que no escape el agua, un sistema para regular la profundidad, unas maderas para tomar el sol mas cómodamente y a disfrutar se ha dicho.

En Caión, al lado del puerto tienen una cueva que una vez vista le ha quedado definitivamente el nombre de «La cueva de los neumáticos». Fijaros en ella, con esas ruedas viejas en primer plano.

Pero no son sólo los del primer plano, si nos acercamos más podemos ver que al fondo de la cueva hay una verdadera invasión.

Y otros tantos en el trozo situado al lado de la cueva. Me imagino que serán neumáticos de los que llevan los barcos en sus laterales para no rozarse con el puerto que se han ido cayendo y el mar los arrastró hasta aquí, porque sólo faltaría que fuera el vertedero de un taller.

Visto lo visto, una limpiecita a la playa seguro que no le venía nada mal.

Si la playa de las Catedrales era una romería, el pueblo de Cudillero no se le queda atrás. Prácticamente lo mas turístico de la zona, totalmente orientado al visitante, si te buscas un ángulo que más o menos disimule algo, aún puede salir una foto medianamente aceptable.

Si no buscas un ángulo que disimule, sale foto de romería total. Menuda marabunta había aquí también.

No sé qué pasa, que cada vez podemos hacer menos cosas «por nuestro propio bien». La última que he visto ha sido en varios puertos, la foto es del de Burela, donde ya no se puede subir al muro del espigón. Con las vistas tan impresionantes que suele haber a poco que sople el viento o haya oleaje (ya no digo cuando las olas pasan por encima del muro), pues nada, se acabó lo que se daba. Prohibido subir no se nos vaya a caer uno entre un millón. A este paso casi va a ser mejor que nos digan lo que aún se puede hacer y acabamos antes.

Justo al lado de Viveiro tenemos el puerto de Celeiro, que si no me equivoco es junto con Burela el de mayor movimiento de la costa lucense. Con su espigón de abrigo, su lonja, sus barquitos, otro año me habría acercado más y retratado barcos, boyas, pescaditos y demás, pero de esta vez me pilló pelín vago así que foto de lejos y vamos que chutamos.

Cuando dejé listo el borrador de esta entrada me imaginaba que, ya que la semana pasada la iba a dedicar a recorrer la Mariña lucense y Asturias, de paso por Viveiro sacaría alguna foto más del puerto y completaba la entrada. Pues nada de nada, oiga, igual de vago que la primera vez, me dediqué a recorrer la ciudad y comer como está mandado así que en vez del puerto lo que os voy a mostrar son las «Fabes con almejas» que nos zampamos pero no en Viveiro, sino en Tapia de Casariego, que estaban de un rico que no veas.

Dos años y ocho meses llevo dando la tabarra aquí día tras día y parece mentira que aún no le haya dedicado una serie de fotos a la ciudad mas grande de Galicia, Vigo, de la que tantos habitantes echan pestes y he de reconocer que cuánto más viajo, más les entiendo. Con esto no quiero predisponer a nadie contra la ciudad, pero si estáis dudando entre venir aquí de vacaciones o iros a otro lado, de veras, el otro lado está mejor excepto que os gusten las ciudades llenas de incómodas cuestas, con un centro lleno de calles estrechas y reviradas consecuencia de muchos años de salvajismo urbanístico, dirigida alternativamente por gobiernos de signo opuesto con alcaldes de perfil bajo (eufemismo de «medianía») cuya primera misión era borrar las huellas del gobierno municipal anterior y a los que se les acababa el mandato cuando por fin empezaban a pensar en hacer algo, una ciudad que se ha ido deshumanizando lentamente (se ha perdido la esencia de los barrios para casi no conocer ni a tus vecinos), con un tráfico endemoniado, acelerado, excesivamente alterado, y poblada por abundancia de gente poco agraciada con escaso gusto para vestir e incapaz de distinguir entre «ver» y «mirar». Avisados quedáis.

Si, ya sé que alguno no estará de acuerdo con esta definición, podéis intentar convencer a la vaquita de ahí arriba porque tras muchos años viviendo aquí, a mi ya no me convence nadie. Alguien me dirá «Pues Vigo tiene unas playas preciosas». Si, claro, será por eso que los fines de semana todos los vigueses escapan a las playas del Morrazo (la ría de enfrente).

Por situarnos un poco, Vigo aparece en el extremo inferior izquierdo de Galicia. Habiendo Google Maps, nos situaremos gracias a ellos. Está al borde del mar, la ría de Vigo con sus Islas Cies al fondo constituye un magnífico puerto de abrigo natural. Ahí la tenéis:

Esta primera foto la he sacado desde lo alto del Monte del Castro, casi en pleno centro, apuntando hacia el exterior de la ría. La siguiente es desde el mismo punto apuntando hacia el interior. Aquí se vive principalmente de Citroen, de aquello relacionado con el mar: astilleros, reparaciones navales, pesca, puerto, etc, y del cuento, que hay mucho. Arriba véis la zona de astilleros, aquí abajo el puerto comercial con otros astilleros (Vulcano) al fondo y el mirador de La Guia con su ermita en lo mas alto.

El naval sufrió hace años una serie de procesos de reconversión y quedó algo debilitado, lo cual no quita que cada cierto tiempo monten huelga reclamando mejoras y no se corten un pelo en paralizar totalmente la ciudad cuantos días sean necesarios. Ultimamente se montaba cada pirula con la policía que ríete tú de la guerra de Bosnia: barricadas y contenedores ardiendo, lluvia de tornillos y rodamientos tamaño gigante, asalto a la sede de la Xunta, cargas policiales, etc.

La zona donde están los astilleros se llama Orillamar y desde hace tiempo los políticos le tienen echado el ojo porque claro, zona con vistas al mar, primera línea, a dos minutos del centro de la ciudad, eso lo recalificamos, llenamos de edificios y es un impresionante pelotazo… estoooo… digooooo… una mejora impresionante para las condiciones de vida de los ciudadanos…

Y ya vale por hoy, dentro de una semana, más.

Carril es el pueblito que queda justo a continuación de Villagarcía según se sale en dirección a Catoira. Es pequeñito y el día que lo visité me puse morado a sacar fotos gracias a la luminosidad de un sol que iba descendiendo lentamente. A mi espalda un tropel de gente cantaba y cantaba. Ese día había sido la famosa Fiesta de la almeja de Carril y la sobremesa se prolongaba (mucho) mas de lo habitual.

Para ser sinceros no sé si sería por las almejas o por el abundante vino con el que se acompañan, pero madre mía, qué mal cantaban, menuda colección de gallos y gorgoritos a destiempo…